Me refiero a los INDIGENTES. A los muchos que deambulas por toda la ciudad, con sus sacos de gangoches, bolsas plásticas al hombro, revisando la basura que encuentran, llenándose de estiércol y mugre, pidiendo una limosna a cuanto transeúnte se encuentran, cuidando carros en las calles, etc. No tienen techo digno, ni trabajo, ni cama, ni familia, ni alimentos, ni siguiera un cartón viejo donde reposar sus huesos, tienen algunos días y quizá meses de no bañarse o bañarse como se debe y de no comer bien. La suciedad de su cuerpo es parte del mismo prácticamente.
Nadie habla de ellos, y si lo hacen, lo hacen despectivamente, sin proponer una solución. Pero todos saben que es un problema social, un problema de salud pública local, un problema de seguridad, etc. De vez en cuando algún medio de comunicación nacional publica conmovedoras historias sobre la dramática situación de este sector de la sociedad. Otras veces algunos organismos no gubernamentales inventan proyectos de ayuda, con el fin de reinsertarlos a la vida productiva del país. Pero esto es apenas una panacea para estos indigentes. Cuando los veo con sus zapatos rotos, sus pantalones raídos y sucios y sus ojos llenos de muerte, me convenzo de que el infierno esta aquí, en los parques, bajo los puentes, en los lotes baldíos abandonados, a la orilla de los ríos, detrás del estadio de Guápiles, etc. En los cientos de hombres que la miseria ha reducido a despojos humanos, la mayoría de ellos candidatos a delincuentes callejeros, criminales, porque el hambre no tiene ética, moral, ni respeta ley.
Me pregunto ¿Quién se acuerda de estos indigentes? Nadie. Quizá Dios, pero el diablo los alimenta. La gente por lo general los ignora y los discrimina, es decir, los convierte en enemigos de la sociedad. Nadie los quiere. Los ignorados de todos. Mas ellos son un producto de esta sociedad, son hijos de la miseria, la desigualdad social, del reparto injusto de la riqueza, y el abandono total de políticas sociales si es que existen en esta Administración Municipalidad.
Estoy seguro que muchos de ellos hubieran sido buenos técnicos y profesionales, buenos padres de familia, buenos hijos, buenos líderes políticos, etc. Pero la pobreza los discrimino ante la falta de oportunidades, los envió directamente a las calles a sobrevivir, a robar, a asaltar, etc.
Esta es la triste y miserable vida de los indigentes del Cantón de Pococí. Se que usted amigo lector los ha visto y los a evadido al verlos venir. Es obvio: les tiene miedo y lastima. Son un pequeño ejército de hombres, mujeres y niños que se dispersas en tres turnos por toda la ciudad de Guápiles, buscando cualquier cosa en los basureros, o viendo a quien le roban o asaltan para poder sobrevivir. Y así pasan la vida, hasta que la sociedad en su conjunto se articule en el sentido de ayudar a estas personas y las saquen de la indigencia para un nuevo amanecer.
En este orden de ideas, tengo un proyecto presentado en
En este momento existe una población de 120 indigentes y mendigos censados, este problema no se soluciona como unos piensas montándolos a camiones y tirándolos a otro lugar o escondiéndolos para que no se vean durante los juegos nacionales del próximo año, si esta Administración Municipal o
En este sentido el articulo 22 de nuestra Constitución Política dice en lo conducente: “Todo costarricense puede trasladarse y permanecer en cualquier punto de
Pido públicamente a esta Administración Municipal a que le de trámite al proyecto mencionado y le entremos de frente, como dios manda a los problemas que tanto agobian directamente a nuestra población, es la única alternativa aceptable a este tema, de esta forma tendremos identificados a todos los indigentes, levantaremos la moral, tenerlos organizados, reincorporarlos a la producción y a la familia y convivir en armonía y solidaridad en la sociedad como debe ser. Espero la respuesta, públicamente por este prestigioso medio de comunicación.
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