Enfoque
Jorge Vargas Cullell Politólogo 10:41 a.m. 13/10/2010
¿Quién pagó los platos rotos de la crisis económica que sufrimos en Costa Rica en 2008 y 2009? La respuesta sin sudar es: los de “abajo”. Entre los hogares de menor ingreso, especialmente en áreas rurales, el desempleo aumentó mucho más y fueron más frecuentes las caídas en los ingresos. Los hogares más ricos no fueron tan afectados. Por eso en el 2009 alcanzamos la mayor desigualdad de ingresos desde que la medimos en Costa Rica.
Puede argumentarse que la crisis no fue tan grave como se esperaba. Que gracias a una menor inflación la mayoría de los hogares no vieron caer sus ingresos. Además, que el Gobierno ayudó a paliar problemas, aumentando el gasto y la inversión pública, cosa que fue cierta en parte: mucho gasto se fue en contratación de personal (como 30.000 nuevos empleados) y no tanto en la ampliación de programas para los “de abajo”.
Es innegable que la cosa pudo ser mucho peor. Sin embargo, ello no elimina la discusión sobre los platos rotos. La manera como una sociedad administra los malos tiempos dice mucho sobre cómo reparte el “queque” durante los buenos. Bajo esa lente, el de la economía política, la crisis pasada muestra que en esta sociedad hace rato que, llueva o haga sol, los dados están cargados en contra de aquellos que no tienen oportunidad o capacidad para montarse en el carro de la modernización. A ellos, el Estado y la sociedad los está dejando atrás. La lotería siempre sonríe a los mismos.
A pocos analistas pareciera interesar el tema de quién pagó los costos de la crisis. Muchos solo ven tasas de interés y tipo de cambio, con el argumento facilón de que si se administran bien, asunto arreglado y todos nos beneficiaremos. Otros analizan partidos, elecciones o la última declaración de la Presidenta o del ministro tal; es decir, el menudo del día. Sin embargo, que una crisis se salde con aumento de la desigualdad no solo es mala noticia, sino moral y políticamente injustificable. Además, en una región turbulenta como la nuestra, nos hace más vulnerables a las economías espurias y la violencia social y nos corta alas en el vuelo hacia el desarrollo.
¿Para qué hacer autopsias de hechos pasados? “A lo hecho, pecho y sigamos para adelante.” Fácil decirlo cuando el embejucado es el prójimo. El punto es incómodo: ¿Qué clase de sociedad somos que hace recargar una crisis sobre el lomo de los más vulnerables? (Y eso que gobernaba, como ahora, un partido que se dice socialdemócrata). Alguien, muy pragmático, afirmaría: somos una sociedad como cualquier otra, una en la que los que tienen más galillo tragan más pinol. A eso yo replicaría que siempre me dijeron que Costa Rica era distinta, que aquí alguna vez tuvimos la aspiración a ser ejemplares.
Tomada del periódico la Nación de Costa Rica.
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