La columna de Jaime Ordóñez
Doble moral o la ley de la Malinche
Pongámonos de acuerdo. Nuestro Poder Ejecutivo llevan varios años defendiendo a capa y espada —-durante toda la promoción del TLC y sus leyes de implementación – hasta el último centímetro de los derechos de propiedad intelectual de las grandes empresas multinacionales farmacéuticas (sin parar mientes en los industriales nacionales de medicinas genéricas); los derechos de propiedad intelectual de las grandes empresas de agroquímicos y fertilizantes (restringiendo el acceso a semillas y otros productos a nuestros agricultores nacionales). En esta materia, se dijo, la propiedad intelectual es sacrosanta, intocable, impoluta, como una virgen de escapulario.
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Sin embargo, asombrosamente y en forma simultánea, un dictamen reciente de una Comisión Interinstitucional del Ejecutivo y de COMEX afirma que en materia de libros, la propiedad intelectual prácticamente no existe. Han dicho—violando, por cierto, el artículo 47 de la Constitución Política y el Tratado Internacional de la OMPI— que, si los fines son educativos, sí se pueden fotocopiar los textos, producto del esfuerzo intelectual de sus creadores. Al diablo el ISBN, los derechos de los escritores y todos sus registros. El argumento utilizado para que, en el caso de libros, sí se pueda violar la propiedad intelectual de los autores, científicos y escritores, es que la educación es un bien público que hay que tutelar garantizando el acceso a los libros.
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Suena genial y muy progre. ¿Pero no es, entonces, la salud un bien público tan importante como la educación? ¿No es la salud de las personas y el acceso a medicamentos de los cuales puede depender la vida misma, tan importante como el acceso a los libros? Aparentemente allí sí les entró canillera, flojera y malinchismo a nuestros funcionarios públicos para invocar el bien público, cuando se trataba de enfrentar a grandes empresas multinacionales como Merck, Bayern, y otras grandes entidades. Allí no se dijo que la producción de medicinas genéricas, mucho más baratas, era importante para garantizar el acceso de la población a los medicamentos y al derecho a la salud.
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Lo mismo sucedió cuando se discutía propiedad intelectual en materia de semillas, agroquímicos y fertilizantes. Se defendió hasta el último milímetro de los derechos de propiedad intelectual de las grandes entidades agroquímicas del planeta. Sin embargo, no se invocó en este caso un bien público tan esencial como el derecho a la producción y al trabajo de mucho de nuestro sector agrícola, el cual siembra y produce con las uñas, y que depende de insumos a precios razonables. Pregúntenle si no a los pequeños productores de la feria del agricultor!
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Avisados estamos, señoras y señores. De acuerdo a estas tesis, sí hay que defender a muerte, por ejemplo, la propiedad intelectual del programa Windows y pagarle a Microsoft y a don Bill Gates (que es un tipo que, por cierto, me cae muy bien porque hace filantropía en Africa) todas sus licencias, aunque también sean básicas para la educación. Sin embargo, —paradójicamente—hay que permitir copiar o clonar libros de los autores y escritores que han dedicado meses o años a su producción sin pagarles un cinco de derechos de autor. Ellos no se merecen el mismo respeto de don Bill Gates o de Merck Sharp.
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Conozco el caso de una universidad privada en Costa Rica que religiosamente paga anualmente todos sus derechos de softwares, windows, pandas, etc., y que, sin embargo, cuando se trata de libros, le mandó a avisar en días pasados a uno de sus profesores que—amparado en ese dictamen—fotocopiaría todo su Tratado General de Derecho Tributario, producto de siete años de trabajo y esfuerzo intelectual. El profesor amenazó con demandarlos. E hizo bien. Detrás de ese dictamen interinstitucional existen una doble moral, un doble rasero, mucho de populismo, irrespeto a la propiedad intelectual y, lo que es más grave, puro y duro malinchismo.
Tomado del periodico La Extra del dia 30/03/09
En el desarrollo de la lucha contra el TLC-USA advertimos las consecuencias negativas para nuestro pueblo la Ley de Propiedad Intelectual, dichos efectos se están viendo en la actualidad, es lógico que este prohibido sacar fotocopias a los libros de textos especialmente de secundaria y universitarios por cuanto estos libros son especialmente para ese segmento de estudiante, de lo contrario como lo indicia el Ejecutivo que se puede sacar fotocopias sin sanción alguna, el escritor no tendíra ninguna ganancia, al contrario se vería desmotivado por las perdidas. Pero lo más grave vendrá con las medicinas las farmaceuticas no aguantan nada y el pueblo sufrira las consecuencias pagando medicinas mil veces mas caras, si es que las puede comprar.
Lic. Félix Domínguez
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