En Guardia
Jorge Guardia abogado-economista jguardia@nacion.com 09:47 a.m. 18/04/2011
Quienes han seguido la pista a esta columna recordarán mi entusiasmo por ver alianzas entre partidos de oposición para romper el monopolio de Liberación en el ejercicio del poder. Hoy, pareciera que algún entendimiento es posible. Felicitaciones a los dirigentes.
Claro que hay divergencias ideológicas entre los partidos; si no las hubiera, habría solo uno de ellos. En Europa, es común (y civilizado) hacer alianzas para compartir el poder. Porque disentir y concordar es connatural a la democracia (y al matrimonio moderno). En vez de una calamidad, es rescatar la libertad. Allá se hacen pactos inteligentes y bien intencionados y, a veces, también se disuelven y vuelven a empezar. La existencia misma de diversas visiones de Estado es resultado de la pluralidad del electorado. No se puede pedir, ni exigir, la existencia de solo dos partidos tradicionales. El pluralismo es la realidad civilista.
Una inquietud es si, bajo una alianza nueva (no necesariamente eterna), aumentaría la ingobernabilidad. La respuesta es no. Más bien, podría mejorar. Ayer, el PLN mantenía alianzas con aquellos que le servían de muleta para alzarse con la mayoría. Y, aun así, el plenario estaba entrabado. Si la oposición coincidiera en algunos proyectos de interés nacional, o rechazara otros donde no hay consenso (como la reforma fiscal), el chance de aligerar el trabajo legislativo sería mayor. Ya no tendría lugar la vieja expresión de don Pepe: “pa’ eso tenemos la mayoría”. Y el Gobierno tendría que volver a la mesa de dibujo y sentarse a negociar, no a imponer.
Tampoco le impediría, ni a sus diputados, presentar proyectos y lograr su aprobación. El Ejecutivo seguiría definiendo el rumbo; es su obligación. Así lo reconocieron los demás jefes de fracción. Pero la vara para medir los proyectos serían sus propios méritos, no la línea de partido. También mejoraría el control político. Los diputados del PLN se resistieron a investigar, hasta donde pudieron, a don Rodrigo Arias por su actuar en el BCIE. Si la oposición reivindicara el Directorio, habría mayor probidad en el ejercicio del deber.
Girar la presidencia entre los tres partidos de oposición mayoritarios –PAC, ML y PUSC– es la decisión más acertada. Son tres y hay tres años por delante (tres tentadores platillos para tres tristes tigres). El PASE y Renovación Costarricense merecen vicepresidencias y otros puestos relevantes. Pero, además, compartirían junto a los demás el mérito de haber fortalecido los roídos pilares de la democracia costarricense y dar una lección de humildad a Liberación. Ojalá no haya francotiradores. Pero recuerden: peca más el corruptor que el corrupto.
Tomadao del periódico la Nación de Costa Rica.
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