LUCHADOR HASTA LA MUERTE.

LUCHADOR HASTA LA MUERTE.
VIVA LA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA DE LA CLASE TRABAJADORA

EL PUEBLO TIENE DERECHO A COMER


  • LÍDER, ACTIVISTA, ABOGADO, NOTARIO PÚBLICO, EMPRESARIO EXITOSO.
  • SALARIO MÍNIMO JUSTO DE ¢350,000 MENSUALES.
  • LUCHA CONTRA EL RÉGIMEN CORRUPTO DICTATORIAL DE LOS ARIAS.
  • PROGRESO CON BENFICIO SOCIAL.
  • DEFIENDE CLASE TRABAJADORA, MICRO, PEQUEÑO Y MEDIANOS EMPRESARIOS HONESTOS.
  • CONOCEDOR Y VISIONARIO DE LOS PROBLEMAS DE COSTA RICA.
  • UN PATRIOTA NO SE VENDE NI SE COMPRA.
  • POLITICOS CORRUPTOS DEBEN ESTAR EN LA CÁRCEL, CORRUPCIÓN CANCER DE COSTA RICA.

“La democracia no es algo abstracto, no es que el rico le diga que vive en democracia, no es ir a elecciones cada 4 años. La democracia no es una forma política; es una forma de vida; es acceso al trabajo, estudio, salud, recreación, tranquilidad, es decir; repartir la riqueza a la mayoría, vivir dignamente solo se logra cuando la clase trabajdora tome el poder; hoy la "democracia" capitalista es para los ricos, los demás son simples esclavos modernos”

¡¡¡ BASTA, BASTA, BASTA DE CORRUPCIÓN, CORRUPCIÓN!!!


DESPIERTA PUEBLO, SOLO LA LUCHA ORGANIZA Y BIEN DIRIGIDA NOS HARÁ LIBRES, UNIDOS SEREMOS FUERTES Y VENCEREMOS. VIVA COSTA RICA LIBRE. NO A LOS CORRUPTOS, LADRONES, VENDEPATRIA, NO A LOS POLITICOS TRADICIONALES CORRUPTOS, NO A LA VIEJA POLITICA. NO MINERÍA, NO EXPLOTACIÓN PETROLERA.

domingo, 11 de abril de 2010

COMENTARIO EQUILIBRADO: LA DEMOCRACIA NECESITA TOLERANCIA Y REPARTICIÓN DE LA RIQUEZA, DE LO CONTRARIO NO HAY DEMOCRACIA.

Columnista

Ojo Crítico

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6 comentarios





Rodolfo Cerdas Politólogo 08:16 p.m. 10/04/2010

Mucho me temo que se han ido perdiendo los puntos de equilibrio en nuestra sociedad. En lo social, hay una pobreza estancada que abre el abismo de la miseria a una población altamente vulnerable. En lo político, los discursos y promesas no han podido ocultar la concentración del poder real en sectores plutocráticos, bajo la creciente hegemonía de banqueros y financistas. En lo cultural, la violencia verbal y el ansia de aniquilar al disidente y a quienes piensan, lucen o actúan diferente, ha ido sustituyendo el espíritu tolerante y el respeto al prójimo.

Envuelta en una confusa ofensiva contra la posible instauración del carácter laico y no confesional del Estado, un espíritu de persecución contra los homosexuales, los defensores y defensoras de los derechos de la mujer y los derechos humanos, se ha empezado a desbordar en una discusión en la que nadie escucha a nadie y deviene inconducente. Esto, lejos de contribuir a aclarar el rumbo en una época de confusión y desconcierto, anubla más el camino, sumando a los graves temas sociales, económicos y políticos, la variable de las relaciones Iglesia-Estado y el alcance de las libertades públicas, los límites de lo religioso y lo laico, y el derecho concreto y real de cada ciudadano de creer o rechazar las prédicas más o menos fanáticas que se gritan por radio y televisión.

Insultar al señor Presidente por sus justas opiniones sobre el debido respeto a los homosexuales, cuestionar su vida privada y arrogarse el derecho de lanzar dudas sobre ella, es una calumnia, una infamia y una cobardía. Cuestionar el derecho a la existencia de quienes no creen en Dios, es retroceder a la peor época del oscurantismo y abrir la puerta a las persecuciones. Primero los ateos; pero luego –por qué no, en esta lógica diabólica–, ¿los que osen negar a Cristo, la validez de los Evangelios, la divinidad de la Virgen María y su ascensión al cielo, la transubstanciación en la Eucaristía, o la Santísima Trinidad? Esto, para algunos, sería anatema, blasfemia y herejía, aunque allí se ubique la mayoría de la humanidad, entre otros, judíos, budistas, protestantes y musulmanes. Es un despeñadero que aniquila la cohesión social de cualquier pueblo.

Esas brutales descalificaciones, en un mundo en que nadie puede tirar piedras, sirven para un cocido y para un fregado. Hoy, con tanto tejado de vidrio, separar Iglesia y Estado es una necesidad y la mejor enseñanza de nuestra historia. Hay que retornar a la racionalidad y al diálogo sereno. Retroceder a la hoguera de la Santa Inquisición, o a un neofascismo confesional, como quisieran algunos, es dañar la paz social, el Estado, la sociedad civil y la democracia.

Tomado del periódico La Nación de Costa Rica.

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