LUCHADOR HASTA LA MUERTE.

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VIVA LA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA DE LA CLASE TRABAJADORA

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“La democracia no es algo abstracto, no es que el rico le diga que vive en democracia, no es ir a elecciones cada 4 años. La democracia no es una forma política; es una forma de vida; es acceso al trabajo, estudio, salud, recreación, tranquilidad, es decir; repartir la riqueza a la mayoría, vivir dignamente solo se logra cuando la clase trabajdora tome el poder; hoy la "democracia" capitalista es para los ricos, los demás son simples esclavos modernos”

¡¡¡ BASTA, BASTA, BASTA DE CORRUPCIÓN, CORRUPCIÓN!!!


DESPIERTA PUEBLO, SOLO LA LUCHA ORGANIZA Y BIEN DIRIGIDA NOS HARÁ LIBRES, UNIDOS SEREMOS FUERTES Y VENCEREMOS. VIVA COSTA RICA LIBRE. NO A LOS CORRUPTOS, LADRONES, VENDEPATRIA, NO A LOS POLITICOS TRADICIONALES CORRUPTOS, NO A LA VIEJA POLITICA. NO MINERÍA, NO EXPLOTACIÓN PETROLERA.

martes, 27 de abril de 2010

JUAN MANUEL SANTOS DELFIN DEL DICTADOR ALVARO URIBE, CUALQUIER CANDIDATO LE SIRVE MAS A COLOMBIA QUE SEGUIR CON EL TERRORISMOS DE ESTADO DE URIBE.

Personaje

Mockus sacude a Colombia

El excéntrico, prestigioso y popular exalcalde de Bogotá, Antanas Mockus, dio un dramático viraje al panorama electoral de su país tras coronarse candidato presidencial en marzo, y subir como la espuma. Hoy, tiene a los políticos tradicionales comiéndose las uñas.

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Yuri Lorena Jiménez yjimenez@nacion.com 06:47 p.m. 23/04/2010

Aprendió a leer a los dos años; se casó montado en un elefante en un circo y, cuando era rector de la Universidad de Nacional de Colombia –la más grande del país– se bajó los pantalones frente a un grupo de estudiantes revoltosos, quienes silenciaron su protesta, estupefactos ante el inaudito gesto del erudito, quien así logró su cometido y por fin pudo pronunciar su discurso.
La anécdota que lo convertiría en una figura célebre, en la convulsionada Colombia de 1993, sería apenas un asomo de lo que este país presenciaría en las siguientes dos décadas por cuenta de Aurelijus Rutenis Antanas Mockus.
Considerado una suerte de genio, este matemático y filósofo de origen lituano, casado y padre de cuatro hijos, abandonó las serenas y prestigiosas aguas de la academia y se mandó al ruedo político de su país no solo sin experiencia en el campo, sino que lo hizo en una de las épocas más convulsas de esa nación: la década de los 90.
Por entonces, Bogotá era una de las urbes más peligrosas y caóticas de Latinoamérica.
Su carisma y desmarcaje de los políticos tradicionales le ganaron la simpatía de los votantes, quienes se arriesgaron y convirtieron a “el loco Antanas” –como se le conocía ya por entonces– en el flamante alcalde de la capital.
Los resultados de su primera gestión, entre 1995 y 1998, le valieron la reelección para el período 2001- 2004. Contra todos los pronósticos, y echando mano de las estrategias más impensables, Mockus logró cambiarle por completo el rostro a su ciudad en sus dos períodos como alcalde.
Tras dos intentos fallidos por alcanzar la presidencia de su país (primero en 1998 y después en el 2006) Antanas decidió volver a intentarlo y, en setiembre del 2009, se inscribió en el Partido Verde colombiano para disputar la candidatura con los también exalcaldes de Bogotá, Luis Eduardo Garzón y Enrique Peñalosa, a quienes venció el 14 de marzo pasado en una consulta popular.

Apenas unas semanas después, Antanas Mockus, de 58 años, y su “revolución verde” –como bautizaron en Colombia al fenómeno que está protagonizando– han tenido un ascenso impresionante en la intención de voto del electorado: sin despeinarse siquiera, destronó a la candidata conservadora Noemí Sanín y hoy se ubica en un segundo lugar, cada vez más cerca del candidato oficialista Juan Manuel Santos.
Este jueves, un sondeo realizado en Colombia reveló que Mockus cuenta con un 27,1 % en la intención de voto, contra el 34,4% de Santos. Pero el hecho de que solo los separen 7 puntos de diferencia no es lo más significativo, sino que Antanas continúa acortando las diferencias semana a semana: un sondeo divulgado ocho días atrás ubicaba la diferencia en 10 puntos.
El aumento de simpatías que ha logrado el exalcalde en tan corto tiempo puso al rojo vivo la carrera por la presidencia de Colombia, mientras los medios de todo el mundo siguen de cerca el fenómeno, con la extraordinaria (y estrafalaria) historia de Antanas Mockus como trasfondo.

‘Demente’ con causa
Este político, considerado niño prodigio, es por su controvertida personalidad y su difícil carácter, el candidato que a priori menos debería conectar con la ciudadanía, de acuerdo con un análisis publicado por la agencia EFE.
Pero su eficiente y transparente gestión como alcalde de Bogotá y el haberse alzado como una alternativa a lo que muchos consideran un desgastado linaje en la política tradicional, encabezada por el presidente Álvaro Uribe, le ha valido su sorprendente protagonismo no solo en los sondeos, sino también en redes sociales como Facebook y Twitter.
El día que respondió la impertinencia de sus estudiantes mostrándoles el trasero marcó el arranque de una serie impensable de excentricidades, más aún si se toma en cuenta que muchas de estas fueron muy efectivas para lograr mejoras importantísimas en la calidad de vida de los bogotanos.

Muchos pensaron que al alcalde se le había aflojado un tornillo (como lo reseñaba la prensa local) cuando vieron al gobernador de la capital llegar a su boda, en una carpa de circo, montado en un elefante, o agarrándose los genitales frente a una multitud.
Pero pronto demostraría que sus ocurrencias iban mucho más allá del lucimiento personal.
Así, impregnó su alcaldía con políticas muy creativas de fomento de la cultura ciudadana, la mayor parte de ellas basadas en la protección a la vida.
En los años 90, con la revolución de la Internet en pleno apogeo, las más extravagantes imágenes de Antanas empezaron a darle la vuelta al mundo: se vestía de súperhéroe para alentar a los bogotanos a ser “superciudadanos”, llegaba a su despacho en bicicleta (en una de las ciudades más inseguras del mundo) y aparecía en televisión enjabonándose con el grifo cerrado, para fomentar el ahorro de agua.
De muchas maneras, las pintorescas andanzas del alcalde también ayudaron a darle un sutil viraje a la imagen que, por entonces, proyectaba Colombia intensamente: la de un país donde la violencia era el pan de cada día, pues los cruentos atentados por la narcoguerra se sucedían un día sí y otro también.
Siempre se ha dicho que Mockus no es un político normal. No saluda a todo el mundo, no se acuerda de nombres. Sus discursos no son piezas de retórica; es algo dubitativo al hablar y algunas veces sus ideas son tan abstractas que no cualquiera las entiende. Dicen que, en persona, es sumamente tímido.
Pero el éxito de sus estrategias no está en tela de duda: él ha compensado sus carencias como político de cuna con la efectividad de sus acciones, y ello se demuestra no solo con lo que logró como alcalde, sino que en este momento tenga al país al borde de una segunda vuelta... si no es que logra llegar al 40% en la primera. Con él, está visto, todo puede pasar.
En su primera gestión, en 1995, recibió una ciudad tan devastada por la violencia que era el único lugar vetado a los turistas estadounidenses y europeos por las empresas especializadas en vacaciones.
Al final de sus dos mandatos, no solo había logrado cambios sustanciales en la cultura de la gente, sino que esto se reflejó en indicadores concretos: más seguridad, menos criminalidad, más ingresos para la ciudad y un tráfico vehicular menos calamitoso.
Entre sus primeras acciones simbólicas –que no estuvieron exentas de escepticismo– promovió una una campaña de ‘vacunación’: reunió unas 45.000 personas que pintaron en un globo los rostros de quien más daño les había hecho. A la postre, la catarsis, aunada a medidas específicas para frenar la violencia y el odio en la sociedad civil tras tanto crimen, provocó un cambio gradual en la conducta colectiva.
Estableció consejos semanales para estrechar la coordinación entre los cuerpos de seguridad en todo el país, y cuadruplicó la inversión en policía en la ciudad: la dotó de motocicletas, radioteléfonos y carros.
Intentó, sin éxito, desarmar a los ciudadanos. Su propuesta tuvo una pobre acogida, pero entonces decidió desarmar a sus escoltas y metió sus armas dentro de una urna.
Y al menos unos 3.000 colombianos accedieron a cambiar sus armas y puñales por bonos de mercado en una Navidad.
También llevó al palacio presidencial una espada de plástico para reclamar un mayor presupuesto y repartió millones de tarjetas amarillas o rojas para que los bogotanos calificaran, sin violencia, las actitudes de sus conciudadanos.
Aún muchos se preguntan cómo Antanas Mockus salió ileso a pesar de ser un blanco perfecto –asesinarlo habría sido un golpe mediáticopara los diferentes bandos en guerra–.
Por ejemplo, cuando las FARC lo amenazaron de muerte si no renunciaba a la alcaldía, lejos de reforzar su entorno de seguridad se mandó a hacer un chaleco blando con un recorte en forma de corazón en el pecho. Su táctica funcionó, pues exponía lo absurdo que sería atacar a alguien que se negaba a defenderse.
Pero sin duda alguna, una de sus medidas más extrañas, celebradas y efectivas, fue la que aplicó en un esfuerzo por controlar el desastroso tráfico de automóviles de Bogotá.
Mientras el país observaba estupefacto, Mockus despidió a 3.200 oficiales de tránsito y, en su lugar, puso a mimos a dirigir a los conductores. Solo que estos no ponían multas, sino que hacían mofa de quienes violaban las normas. Por increíble que parezca, el ejercicio funcionó: las muertes por accidentes de tránsito se redujeron a la mitad desde el principio de su primera gestión hasta el final de la segunda.
También tuvo que plantarse ante la disconformidad con algunas medidas impopulares, como la prohibición del uso de pólvora entre particulares y el establecimiento de la recordada y polémica “ley zanahoria”.
Latinos al fin, los colombianos son amantes de la rumba. Pues Mockus les definió la hora de terminar la fiesta y dispuso que nadie podía andar en la calle después de la 1 de la madrugada, así que a esa hora moría la vida social, con todas sus implicaciones, además, para los comercios.

Sin embargo, la medida le ayudó a bajar sustancialmente la tasa de homicidios: cuando empezó su gestión se regsitraban 82,1 de asesinatos por 100.000 habitantes, y al culminar el segundo mandato, la cifra estaba en 23,4, de las más bajas en décadas.
En los últimos días, ha insistido en su propuesta de “adecentar la política” en una prédica contra la corrupción apadrinada por su intachable hoja de vida y lanzó una bomba que, posiblemente, ningún candidato presidencial en la recta final se habría arriesgado a admitir: fue diagnosticado con mal de Parkinson en su etapa más temprana.
Dijo que prefería ser honesto con el electorado, pidió que “no lo crucificaran” por su enfermedad degenerativa y aseguró, amparado en criterios médicos, que los efectos de la enfermedad empezarán a darse en unos 12 años, por lo cual estáperfectamente calificado para asumir la Presidencia en el próximo lustro.
La confesión desató una oleada de mensajes solidarios en las redes sociales y muchos analistas aseguran que le sumó cientos de intenciones de votos porque, una vez más, demostró su transparencia.
El 30 de mayo, Colombia decidirá. Pese al levantín de Mockus, los expertos advierten que no hay que dejar de lado que Santos representa la continuidad de Uribe, quien después de ocho años de Gobierno mantiene una popularidad de alrededor del 70 por ciento por su ofensiva militar contra la guerrilla izquierdista.
Por ahora, los políticos tradicionales se muerden las uñas de ansgutia ante una eventual segunda ronda, que se realizaría el 20 de junio en caso de que ninguno de los dos candidatos con mayor arrastre alcance el porcentaje mínimo requerido de votos.
Entretanto, todos –incluso fuera de Colombia– están expectantes ante las estrategias que pueda urdir el matemático que usa barba tipo amish y lentes... porque con “el loco Antanas”, está demostrado, cualquier cosa puede suceder.

Elaborado con información de las agencias EFE, AFP, Reuters, la revista ‘Semana’ de Colombia y el diario ‘La Nación’ de Argentina.

Tomado del periódico La Nación de Costa Rica.

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