Viene Mel
El regreso del ex-presidente José Manuel Zelaya Rosales al suelo patrio es motivo de una movilización política sin precedentes en nuestro país, y pone de nuevo la figura del mandatario derrocado en el primer plano de la atención mundial.El solo hecho de que la repatriación del ex–presidente Zelaya haya convocado figuras relevantes del escenario político latinoamericano, entre ellas el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, el presidente Daniel Ortega Saavedra, de Nicaragua, y los cancilleres Holguín y Maduro, de Colombia y Venezuela, que lo acompañan, refleja la magnitud de este evento de trascendencia continental.
En un ambiente nacional de gran expectativa, la celebración del retorno del líder de la oposición al golpe de Estado 28-J y del proceso de restauración institucional –que previamente contempla la reconciliación de la familia hondureña—abarca todo el país, en los caseríos, las aldeas y las ciudades.
Se trata, por lo tanto, de una sorprendente demostración del despertar democrático del pueblo hondureño, que se sintió mortalmente sacudido por la asonada militar del 28 de junio de 2009, una fecha que ha quedado grabada en el imaginario colectivo como el fin de la tolerancia al formalismo democrático, y, al mismo tiempo, el inicio de la lucha por la reivindicación de la soberanía popular y la instauración de la democracia participativa.
En la dimensión latinoamericana, el regreso del ex–presidente Zelaya es parte del proceso de legitimación del americanismo propugnado, en sus orígenes, por Simón Bolívar y José Cecilio del Valle, y que ahora cristaliza en la UNASUR, en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y en la rehabilitación de la Organización de Estados Americanos (OEA).
En el interior de Honduras, para algunos este día, 28 de mayo de 2011, es el cierre de una etapa y el principio de otra, en la que habrá de trazarse la ruta para avanzar en la refundación del Estado y la construcción de una nueva sociedad. En realidad, de lo que se trata es del principio del fin de la crisis política, dentro del proceso de transformación nacional que estamos obligados emprender sin más demora.
Como corresponde a un proceso político de grandes alcances, la forma en que irá desarrollándose está sujeta a diversos factores y circunstancias, muchos de ellos impredecibles. En consecuencia, la emotividad tendrá que dar paso al análisis objetivo de nuestra realidad, y, conforme a ese análisis, procurar –en la medida de lo posible— la concepción de un genuino pacto social, ciertamente incluyente y equitativo.
Ese es, precisamente, el sentido de la demanda a la convocatoria del poder constituyente que tanta controversia genera, pero que, en último análisis, es la clave de la legitimación institucional y constitucional que Honduras y su sociedad necesitan para incorporarse, en condiciones apropiadas, en la modernidad y la dinámica evolutiva de la democracia participativa.
La mejor prueba de que ese proceso de transformación nacional tiene posibilidades de éxito la tenemos este día, en el que inmensas multitudes populares, de todos los niveles sociales, de diversas militancias políticas y de diferentes vocaciones ideológicas se vuelcan en las calles, en demanda de libertad, democracia y respecto a la dignidad humana.
Y esta demostración es tan fuerte, que devuelve la fe en el porvenir de Honduras.
Mayo 28 DE 2011
Tomado del periódico El Tiempo de Honduras.
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