Este que está acá atrás
Faltan tres días para que termine esta era de ocho años. Se han oído todas las alabanzas al ya casi ex presidente Uribe. No sé si se debe a ese tonto sentimiento que se tiene al decir que toda novia es bonita y que todo muerto era bueno. También es menos grave aquel mandatario que haya dejado la Casa de Nariño. Creo que será una suerte que él ya no esté gobernando, ni siquiera a medias, tal como ha tratado de hacerlo en estos días, tomando medidas comprometedoras hacia el futuro: una guerra con Venezuela; una nueva pelea con las cortes, en razón de sus hijos; mandar a protestar al Vicepresidente por el nombramiento de Vargas Lleras, como para marcar la ruta de que "vamos a tener problemas si no hace lo que quiero".
Como buen jugador de póquer, de cara fría e inmutable, el presidente electo no ha dicho ni mu. Uribe no ha podido resignarse a no tener la segunda reelección, y se le nota. Pero Uribe ya es pasado, sólo es ese "que está acá atrás". Aunque creo que antes de tres meses el ex presidente Uribe estará haciendo oposición, vociferando por las emisoras, dando entrevistas en la televisión y escribiendo agrios artículos en los periódicos.
Sin embargo, todo está en juego. Una debilitada empresa encuestadora dice que el 80 por ciento de los colombianos aplaude al gobernante saliente. Este dato refleja el peor daño que el ex presidente Uribe le ha hecho a la democracia colombiana. La avalancha de loas oculta el fenómeno más grave de este gobierno de ocho años, que es el haber creado una distorsión en la manera de ver la democracia y la forma de gobernar.
Me sirve de ejemplo un amigo de la infancia con el que tomo café con cierta frecuencia, a pesar de nuestros puntos de vista tan radicalmente diferentes. Mi amigo hace parte de ese 80 por ciento tan favorable a Uribe. Es de los que ven vestido al emperador, así este haya recorrido desnudo todo el país. Uribe distorsionó la visión de mi amigo: si el ex presidente se enfurecía, se debía a su recio y valeroso carácter; los miembros de las cortes fueron unos corruptos que perseguían al Presidente; lo de la 'Yidispolítica' fue un invento de los medios; en los 'falsos positivos' algo malo debieron de hacer las víctimas; es permitido bombardear en un país vecino, finalmente, los convenios internacionales no sirven para nada; no era violatorio pisotear a los poderes Judicial y Legislativo; nada había de malo en que el mandatario insultara a quien quisiera, para eso tenía el poder; la desigualdad social no era un problema del Estado, pues la economía estaba garantizada por la confianza inversionista; la corrupción era un falso escándalo, se trataba de apoyar a los amigos; los desplazados merecían su suerte, pues debían ser comunistas; los paramilitares eran un mal menor, un mal necesario; el Agro Ingreso Seguro era excelente porque estimulaba la producción de los que podían producir; el programa de Familias en Acción no creaba una población dependiente y tampoco servía para ganar elecciones.
Para mi amigo, todo era legítimo si se trataba de mantener el orden dado por la Seguridad Democrática, que nos permite circular por las carreteras. Y así podría seguir con las afirmaciones de mi amigo, que se resumen en el principio de que la democracia no se ha visto afectada. Al contrario. Ese estilo del ex presidente es la manera de manejar el país.
Uribe les ha hecho creer a los colombianos que todo está permitido cuando se está en el poder. Debo aclarar que mi amigo no aparece en la lista de los mil más ricos de Colombia.
Defendiendo a Uribe no defiende nada propio. Tenemos a muchos colombianos que piensan torcido, pero no se dan cuenta de que están atrás en la historia. Sin despreciar las cosas buenas que pudo hacer el ex presidente, vale la pena preguntarse cuánto tiempo tendrá que pasar para que ese 80 por ciento del país recupere la sensatez política y la razón democrática.
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