Columnista
Ojo Crítico
Rodolfo Cerdas Politólogo 08:59 p.m. 05/02/2011
Algunos dirigentes del PAC han dicho que no deben adelantar la lucha electoral, porque hay que pensar en el bienestar de los costarricenses, ayudando al Gobierno a cumplir con su tarea. Supongo que serán los únicos en no haberse percatado de que ya están metidos en una lucha electoral. Ellos mismos necesitan un candidato ya, que unifique, motive y movilice. ¿Cuál es el miedo? ¿Será que no van a aterrizar nunca? ¿Es que las acciones de don Rodrigo Arias, desde antes de las elecciones, no han sido suficientes para hacerles ver lo que sucede en la vida real? ¿No les bastó con lo ocurrido en las elecciones de alcaldes y las celebraciones ulteriores, y el comportamiento de la bancada oficialista –aun contra el interés presidencial– sobre las investigaciones del precandidato Arias?
Algunos dirigentes del PAC han dicho que no deben adelantar la lucha electoral, porque hay que pensar en el bienestar de los costarricenses, ayudando al Gobierno a cumplir con su tarea. Supongo que serán los únicos en no haberse percatado de que ya están metidos en una lucha electoral. Ellos mismos necesitan un candidato ya, que unifique, motive y movilice. ¿Cuál es el miedo? ¿Será que no van a aterrizar nunca? ¿Es que las acciones de don Rodrigo Arias, desde antes de las elecciones, no han sido suficientes para hacerles ver lo que sucede en la vida real? ¿No les bastó con lo ocurrido en las elecciones de alcaldes y las celebraciones ulteriores, y el comportamiento de la bancada oficialista –aun contra el interés presidencial– sobre las investigaciones del precandidato Arias?
Sin embargo, no son estas minucias electorales las que importan, sino que ni el PAC ni ninguno de los otros partidos, parece tener un diagnóstico fiable de lo que ocurre en el tejido social y político del país, ni mucho menos de lo que hay que hacer. El trasfondo es oscuro, desalentador y peligroso, grave y de incalculables consecuencias. Los síntomas son muy reveladores: un diputado, en espíritu de cantina de baja calidad, le grita “maricón” a su colega, ante la televisión; la jefa de fracción oficialista, sin saber qué decir, cambia de versión como las veletas con el viento. E igual sucede con las concesiones, la seguridad, el cínico irrespeto a los derechos de las mujeres, el agua, el abandono de Limón y más.
El punto, empero, no son estos síntomas de decadencia y mediocridad, sino el diagnóstico de la enfermedad: el Estado, el régimen político y parlamentario, los servicios públicos, los partidos y los dirigentes políticos, están colapsados, son obsoletos, han perdido toda credibilidad ante la ciudadanía, generan desconfianza, carecen de legitimidad para pedir más impuestos que se sabe que o se malgastan, o se succionan desde el exterior (exoneraciones y concesiones, por ejemplo), o bien se quedan sin usarse, pese a las reales necesidades públicas a que estaban destinados, por falta de interés y ejecutividad de quienes gobiernan.
Es obvio que el promedio de nuestra élite gobernante llegó desde hace mucho a su nivel de incompetencia. Pero sigue aferrada a puestos de los que no saben de la misa la media.
No solo no hacen lo que debieran hacer, sino que, si lo hacen, lo hacen mal, mienten, e impiden el acceso de miles de ticos bien capacitados –incluso del propio partido–, porque estas mediocridades se convirtieron en un tapón para el cambio.
Por eso, la lucha electoral hoy está a nivel del combate de un resfrío, pero lo que Costa Rica tiene es una pulmonía.
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Tomada del periódico la Nación de Costa Rica.
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