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Autoridades nigerianas temen que estalle una "bomba social" luego de conocerse que al menos dos millones de niños se encuentran en estado de indigencia, sobreviviendo de las lismonas que piden en las calles de Kano, ciudad capital de un estado del mismo nombre ubicada al norte de Nigeria, cifra que se ha duplicado en los últimos cinco años. "Es una generación perdida, toda una generación", dijo la senadora Eme Ufot Ekaette, que dirige un comité sobre la protección de la infancia en el Parlamento federal. "Estos niños son una bomba de relojería social (...) no saben lo que es la atención familiar, el amor, el afecto, y ven a todo el mundo como un enemigo responsable de su indigencia", estima Abdullahi Yusuf, un residente de Kano, segunda ciudad del país; mientras que para el encargado del caso en el Gobierno del estado de Kano, Aminu Isamail Sagagi, "la situación se hace cada día más patética". Los niños mendigos se encuentran apostados a la salida de las escuelas privadas, centro comerciales o esquinas de Kano, donde tienden recipientes de plástico con la esperanza de que les caiga un poco de dinero o de comida. La mayoría de los niños están vinculados a madrasas, escuelas coránicas. Tradicionalmente, los padres envían allí a sus hijos cuando cumplen los 6 años para aprender el Corán. La enseñanza es gratuita pero los niños deben satisfacer sus propias necesidades. "Algunos son entregados a malams (enseñantes) por sus padres, que no reaparecen nunca", lamenta Jibrin Gunduwawa, de 70 años, quien dirige una madrasa y afirma que por no tener suficientes recursos para mantenerlos, les permiten pedir limosna y comida. Según los expertos, aunque el fenómeno de niños mendigos no es exclusivo de Kano, es allí donde se hace más importante que en otros lugares de Nigeria, el país más poblado de África, con 140 millones de habitantes, por la pobreza de gran parte de su población. Ahmed Bello, de la unidad policial de lucha contra el tráfico de seres humanos, considera una "explotación pura" el hecho que estos alumnos sean enviados a mendigar o reclutados para trabajar en las granjas de sus profesores. Pero, ante todo, son los padres los responsables de esta situación, estima Bala Muhammad, director de un comité de promoción de la moral y el buen comportamiento en Kano, favorable a una aplicación estricta de la charia (conjunto de normas religiosas), pues les reprocha que tengan más hijos de los que pueden alimentar para luego deshacerse de ello mandándolos a las escuelas coránicas. Ante este problema, algunas ciudades se movilizan y forman grupos de apoyo que llevan alimentos, ropa y colchones. También hacen campañas entre los campesinos para que no descuiden a sus hijos. El fundador de uno de estos grupos, Adamu Aliyu Kiyawa, recuerda que los niños abandonados a su suerte pueden convertirse en actores de tensiones étnico-sociales, recurrentes en la mitad norte de Nigeria. "Hambrientos y encolerizados, podrían ser movilizados fácilmente para matar y robar durante estas crisis", advierte. Frente a la insuficiencia de fondos destinados a la infancia, los legisladores propusieron una nueva ley para combatir la mendicidad de los jóvenes. Sin embargo, ciertos residentes de Kano se muestran escépticos al respecto, pues alegan que hacerse cargo de esos niños no hará más que agravar la situación porque cada vez llegarán más de los pueblos aledaños y la ciudad no estará en capacidad de afrontarlo. |
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