¡Ejército no, abogados sí!
Agustín Ureña Álvarez Profesor Universitario 4m-ureville@ice.co.cr 07:47 p.m. 16/01/2011
En tiempos bíblicos el profeta Abraham tuvo que rescatar por sí mismo a su sobrino Lot, que había sido secuestrado por unos asaltantes. Tuvo que hacer justicia por su propia mano, porque vivía en una sociedad pre-estatal, en que no había policías ni jueces a quienes recurrir. En 1856, en el hoy santuario de Santa Rosa, un puñado de héroes tuvo que defender la frontera, con su sangre. Por dicha, eso ya no es necesario, porque en el nuevo orden internacional, ante cualquier fuerza invasora, nuestra “debilidad” es nuestra principal fortaleza.
El Homo sápiens es más sápiens, cuanto más se aleja del estado primitivo, en que prevalecía la fuerza bruta. Nos ha tomado 5.000 años crear y refinar un sistema de “justicia” –en realidad es Derecho que intenta alcanzar la Justicia– que nos permita resolver nuestros diferendos de otra manera que no sea dándonos de golpes. Puede que sea muy engorroso pasar por los estrados judiciales y vivir el “calvario” entre jueces, fiscales y abogados, pero ese trámite judicial es un costo infinitesimalmente menor, comparado con salir a la calle, pistola en mano, a buscar justicia, método tan rápido, como riesgoso, primitivo y sangriento.
Después de Auschwitz, Hiroshima y los Juicios de Núremberg, no podemos darnos el lujo de reconsiderar nuestro pacifismo, como quien hace un alto en la vida, para hacer sus mejores propósitos de año nuevo. Se reconsideran los métodos, las acciones o inclusive algunas tácticas, pero nunca la Ética. Ser pacifista no es una estrategia, ni un plan de acción. Ser pacifista es ser costarricense, como estado superior del alma, y eso no se reconsidera ni se repiensa.
Juicio apresurado. Poner en duda lo mejor de nosotros –nuestro pacifismo– es un juicio apresurado, que desconoce la Historia. Ningún Robespierre, Hitler o Somoza ha prevalecido. Ninguno. Sin embargo, Jesús y Gandhi están más vivos que nunca, porque la paz –anhelo eterno– nunca pasa de moda, en tanto que la tiranía solo es un mal temporal. Hablar de policía “intermedia” –como los carabineros de Chile– es desconocer la naturaleza del arma y del militar. No hay policías a medias, como no se puede estar casado a medias. Se es, o no se es, especialmente cuando se tiene una pistola en la mano.
¡Que tenemos que resguardar la frontera! Seamos serios. Ante esa proclama, hay que preguntar de inmediato: ¿cuántos muertos estamos dispuestos a poner, por ese concepto abstracto llamado “defender la frontera”? Es más, ¿cuánto vale una gota de sangre? Por otra parte, defenderla ¿de quién? Dictadorzuelos de poca monta ya hemos tenido en Nicaragua, pero yo no voy a matar nicaragüenses solo porque el dictador de turno tiene asuntos electorales que distraer allá, creándonos problemas acá.
Por otra parte, Nicaragua tiene a Darío –que anula a todos los dictadores juntos– razón más que suficiente para buscar la paz con ellos. Necesitamos serenidad en la Cancillería y, muy especialmente, en Seguridad Pública, donde se está hablando de ¿policías con ametralladoras? No hay tal, porque en cualquier parte del mundo, un hombre con una ametralladora es un soldado, o un terrorista.
¿Dónde y cómo se “defiende la frontera”? En los tribunales internacionales, legítimamente constituidos, frente a jueces, con abogados. Así es como se hace. Si todavía no hemos podido cumplir el sueño de Lennon –nuestro sueño– de un mundo sin fronteras, que Gandhi, Martin Luther King y el Derecho guíen nuestro camino hacia ese mundo, en el que no haya razones para matar o para morir. Amén.
Tomado del periódico la Nación de Costa Rica.
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