EDITORIAL
El Congreso devalúa a la Defensoría
Los diputados no pueden pretender que el país crea en la objetividad de la escogencia del Defensor de los Habitantes y en su independencia de criterio
La diputada Ofelia Taitelbaum no quedará exenta de un particular escrutinio si llega a asumir el cargo que el PLN está empeñado en otorgarle
Los diputados pueden hacer lo que gusten con la elección del Defensor de los Habitantes, pero no deben pretender que el país crea en la objetividad de la escogencia, en su independencia de criterio y en el desprestigiado sistema de selección. Tampoco la diputada Ofelia Taitelbaum puede pretender quedar exenta de un particular escrutinio si llega a asumir el cargo que el Partido Liberación Nacional está empeñado en otorgarle.
Las razones, en uno y otro caso, están bien documentadas. Antes de abrir el concurso, los liberacionistas ya habían expresado su intención de elegir a Taitelbaum contra viento y marea. “Vamos a permitir el concurso, pero nuestros votos van a ser para la compañera diputada”, dijo uno de ellos sin sonrojo. Es decir, el concurso es una farsa y la diputada Taitelbaum asumirá el despacho producto de una selección amañada. “Pa' eso tenemos la mayoría”, retumba la voz de un pasado todavía vigente en el PLN.
Si esa circunstancia no bastara para justificar un especial escrutinio del desempeño de la probable Defensora, sus declaraciones recientes erradican cualquier duda. Cuando se le cuestionó si podría actuar con independencia en el ejercicio del cargo, Taitelbaum respondió: “¿Qué cosa tan importante puede haber de controversia en la Defensoría como para que uno no pueda tener la independencia de pronunciarse?”. En otras palabras, la legisladora aspira a un cargo donde, en su opinión, no enfrentará asuntos de suficiente relevancia para justificar la exigencia de un criterio independiente.
Con todo lo criticable de su conducta, nadie puede decir que al PLN le haya faltado transparencia. La candidata no oculta su menosprecio por el cargo ni tiene pretensiones de independencia. Sus diputados no se esfuerzan por dar crédito al sistema de selección ni muestran preocupación por los atestados. Bien lo dijo el jefe de bancada, Jorge Méndez: “En esto la fracción de Liberación Nacional quiere desde ya ser transparente. Vamos a ser exigentes, debe cumplir todos los requisitos que cumplieron todos en la comisión, pero, si dentro del grupo que la comisión recomienda al Plenario va ella, la decisión del Partido Liberación Nacional es apoyarla”.
Méndez solo omitió decir que los requisitos “cumplidos por todos” se limitan a la presentación de atestados y que la inclusión de Taitelbaum en la lista sugerida al Plenario estaba garantizada de antemano porque la Comisión tiene mayoría liberacionista. Aparte de eso, la única deuda con la candidez la contrajo la diputada Taitelbaum cuando, refiriéndose a la selección, preguntó: “¿Qué interés puede tener el Ejecutivo en eso?”
Los diputados de la Comisión diseñaron un concurso absurdo, donde daba lo mismo un doctorado que un bachillerato, para citar un ejemplo de los desaciertos. En medio proceso, la Comisión se vio obligada a modificar las reglas más ridículas, pero los legisladores se reservaron la libre disposición del 60% de la calificación y luego ejercieron esa facultad con arbitrariedad. Miguel Gutiérrez Saxe, el candidato de mayor prestigio y reconocimiento en círculos políticos y académicos, tuvo tres calificaciones de 40 y una de insuficiencia en el ensayo que valdría un 20% de la calificación total. En la entrevista que aporta otro 40%, tuvo un cero y tres calificaciones de 50.
Ningún otro candidato, y ninguno de los diputados calificadores, presume de un currículo tan distinguido como el de Gutiérrez. En buen romance, los extraordinarios atestados del postulante estorbaban y era necesario descalificarlo. El proceso se había iniciado antes, cuando la Comisión se negó a reconocerle atestados en derechos humanos porque ha sido profesor de la materia en universidades de prestigio internacional y en el propio Instituto Interamericano de Derechos Humanos, pero no alumno. Tampoco contaron los premios obtenidos, porque fueron fruto de su desempeño en actividades remuneradas. Con esos criterios, Gabriel García Márquez no califica como escritor y su premio Nobel no pasa de ser parte de la paga.
La Asamblea Legislativa añade así al desprestigio reflejado en la última encuesta de la empresa Unimer para La Nación, pero, en esta oportunidad, sus desaciertos se extienden a la Defensoría. Si resulta electa, la diputada Taitelbaum asumirá un cargo devaluado por ella misma y por sus compañeros del Congreso, en una institución donde, al fin al cabo, “¿qué cosa tan importante puede haber…?Tomado del periódico La Nación de Costa Rica.
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