En Vela
Sepan los diputados del PLN de la Comisión de Nombramientos de la Asamblea Legislativa y quienes, hasta hoy, la han apoyado, dentro y fuera, que su ardid contra Miguel Gutiérrez Saxe para descalificarlo como Defensor de los Habitantes y para favorecer a su candidata, solo tiene dos nombres: corrupción y cinismo. Nada más.
No me refiero a la corrupción política como favorecimiento pecuniario, sino –lo que es igual y, quizá, peor– como desnaturalización de la función pública para favorecerse a sí mismo o a otros, prostituyendo un procedimiento de selección, o bien, variándolo anticipadamente en el caso del nombramiento del Defensor de los Habitantes. La carta de Miguel Gutiérrez, que hoy publica La Nación , verifica la excelencia moral e intelectual, y la valentía del autor, valores suyos reconocidos de sobra en la sociedad costarricense, en la política nacional, en el Estado, en la academia y en el exterior.
Esta carta lo contiene todo y debe llenar de vergüenza a los patrocinadores y estrategas de esta patraña. Leí la entrevista en este “concurso”, un modelo de entereza y de dominio de la materia. Sin embargo, un vivillo lo calificó con un 0 en la entrevista (posiblemenente se calificó a sí mismo). Otros dos le pusieron un 50 (insuficiente). El ensayo le mereció un 40... No se reconocieron sus galardones nacionales e internacionales, y los mismos calificadores rechazaron su conocimiento en materia de derechos humanos por cuanto si bien “había dado” lecciones dentro y fuera del país, “no las había recibido”(sic). Había que pararlo y, es obvio pensarlo, favorecer, a toda costa, a la candidata oficial. Un diputado del PLN ya había anunciado oficialmente el juego, según consta en actas: “Vamos a permitir el concurso, pero nuestros votos van a ser para la compañera diputada”… Es decir, una farsa. ¿Es decente llegar a un cargo público (magistratura moral) con estos antecedentes?
Comento los hechos, los dichos, de singular importancia en la vida nacional, por cuanto reflejan un estilo político y una conciencia moral que nos han causado daños irreparables. Me refiero a la instrumentalización de la función pública al margen del bien común y a una de las lacras peores en el arte del gobierno y de la política: la ausencia de crítica personal o institucional, honrada y objetiva, en la aceptación, aspiración, ofrecimiento o elección de cargos públicos; esto es, la función pública no como servicio, sino como negocio o simple prolongación del currículo personal. La corrupción comienza aquí. No hace falta poner ejemplos, pues los hemos sufrido en el pasado y acabamos de reeditarlos en el presente.
Todavía hay tiempo para despedirse con honra del parlamento.
Tomado del periódico La Nación de Costa Rica.
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