Ebriedad sin género
Editora
Quienes estamos de vuelta en la adolescencia –ya no porque la estemos atravesando sino porque nos toca ahora el retador papel de vivirla con nuestros hijos– sabemos que el licor es hoy un protagonista indiscutible de la vida social desde edades tan tempranas como los 13 años.
Durante una sesión grupal con jóvenes, que realizó la revista Proa en setiembre, muchachos y muchachas de 15 y 16 años admitieron que nada es más fácil que empezar a tomar. Las llamadas barras libres (en las que a menudo solo hay bebidas, mas nada de comer) son una invitación abierta al consumo ilimitado de alcohol. Se socializa al tiempo que se sucumbe en el vicio, pues no toman un trago o dos, sino “todo el guaro que puedan”.
Les puedo contar de una fiesta organizada en la casa de una alumna de primer año, donde hubo más tragos que invitados y, sin distingos de género, muchos bebieron hasta caer. Pensé que sus papás no estaban pero, para mi sorpresa, todo lo que sucedió, pasó a vista y paciencia de la madre. ¿Seré yo la retrógrada?
En esta edición, Randall Corella se detiene a analizar la forma en que el alcoholismo –otrora un “problema de hombres”– se ha convertido también en una “enfermedad de mujeres”.
De vuelta a la escena de la fiesta, sencillamente ya no hay diferencias. Niños y niñas, por igual, prueban, beben, se emborrachan... Las cifras del IAFA deberían llamarnos a la reflexión y a la acción sin más demoras.
Tomada del periódico La Nación de Costa Rica.
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