Tradicional tope embriagó de alegría la avenida segunda
5.000 orgullosos caballistas inundaron ayer la principal avenida de San José
Licor, atuendos vaqueros y música ranchera fueron parte de la fiesta
Para quienes no se dieron cuenta, ayer hubo en San José un desfile de caballos finos –y no tanto– jinetes, sombreros, modelos, charros, volantas, búfalos y políticos.
Todo aderezado con música, buen sol, abundante cerveza, escotes que desorbitaban los ojos, humo de cigarrillo y mucha boñiga. Es el gran tope de fin de año, el desfile de desfiles para los caballistas de corazón y los ticos de espíritu fiestero. Una de las pocas actividades que comienza con puntualidad en Costa Rica.
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Orden. Los primeros trotes se escucharon a las 12:30 p.m., en el Paseo Colón. El cortejo subió por la avenida segunda y terminó, embriagado de alegría, en Plaza González Víquez, al caer la noche.
Aunque el ambiente fue estrepitoso de principio a fin, la cabalgata comenzó con orden y mesura, liderada por diez oficiales de la Policía Montada, ataviados con elegantes sombreros y sacos rojos.
Siguieron varias volantas del parque agropecuario Panaca. En una de ellas viajaba el homenajeado del evento: Eduardo Aguirre, el cantante esparzano, finalista de “Latin American Idol”.
En la otra carreta iban los niños del Hospicio de Huérfanos de San José, quienes deberían ser los principales beneficiados del evento.
No podía faltar el cándido grupo de modelos –mujeres y hombres– riendo sobre el lomo de unos escuálidos animales y promocionando una marca de bebidas gaseosas.
Luego pasaron los criadores de caballos, la mayoría con atuendos elegantes, montando ejemplares hermosos.
Atrás, la candidata liberacionista Laura Chinchilla y su comitiva de políticos y seguidores.
De allí para atrás, todo era gritos, cerveza y música ranchera.
Fiesta. El gran pelotón de jinetes inició su ansiado paseo a la 1:15 p.m., cuando la gente de la Municipalidad de San José quitó la barricada que los sostenía, y que no habría aguantado 10 minutos más.
Ante tal pasarela de jinetes y bestias, la gente aplaudía y gritaba. Se vio de todo: desde acróbatas que se ponían de pie sobre el lomo de sus pacientes animales, hasta campesinos con sus “mortadelas” y jinetes de postín, con aires de importancia, sobre elegantes corceles.
Algunos vaqueros, tal vez pasados de tragos, o quizás con escasa habilidad, echaron sus cuadrúpedos contra el público, al que solo protegía un débil mecate.
Esto provocó algunos pleitos entre los asistentes, que no pasaron a más. La fiesta tenía que seguir.
La asistencia de público fue masiva. Fue difícil calcular cuantas personas llegaron a ver el desfile, pero no costó notar que la mayoría lo disfrutó sin mucho esfuerzo.
Muchos usaron el cajón de sus pick ups como tarimas, desde donde bebieron, coquetearon, bailaron y olvidaron que viene enero.
Como es tradición, las botas “vaqueras”, mezclilla tallada y la mitad de los senos al sol fue el atuendo más común entre las mujeres.
Por su parte, entre los varones imperó el sombrero, las botas puntiagudas y una cerveza en la mano.
El tope se desarrolló con la “normalidad” de un evento de esta naturaleza, pero sin incidentes serios.
La Cruz Roja atendió a 56 personas, cinco fueron llevadas a los hospitales, pero ninguna grave: desmayos, insolación y golpes varios.
Unos 250 oficiales vigilaron la actividad. Decomisaron 17 puchos de marihuana, 9 puntas de cocaína, 14 dosis de crack y detuvieron a tres personas, informó Raúl Rivera, director de la Policía en San José.
Así terminó una edición más del tope de fin de año. Hoy, probablemente muchos despertarán pensando en la ropa que vestirán en Palmares, el próximo 14 de enero.Tomado del periódico La Nación de Costa Rica.
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