Parentela en el Congreso
Lo que en cualquier otra dependencia se llama nepotismo, la Asamblea Legislativa lo entiende como un principio de sana administración
Las contrataciones de parientes son legales, pero tienen un costo político para el Congreso, ya muy disminuido en la opinión de los ciudadanos
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09:21 p.m. 28/06/2010
Lo que en cualquier otra dependencia del Estado se llama nepotismo, la Asamblea Legislativa lo entiende como un principio de sana administración. Luis Gerardo Villanueva, presidente del Congreso, no ve obstáculos éticos a la contratación de parientes porque “es personal de confianza”. En consecuencia, muchas de las cinco plazas de asesoría asignadas a cada diputado terminan en manos de cónyuges, hijos, sobrinos y hermanos.
En el actual Congreso, 15 legisladores de Liberación Nacional, Movimiento Libertario y Accesibilidad sin Exclusión ejercen esta modalidad extrema de la contratación discrecional. La ley se lo permite, pero es necesario plantear la discusión en el plano de la ética, donde las respuestas son mucho más claras.
Una y otra vez, la legislación vigente cierra el portillo al nepotismo en infinidad de situaciones y dependencias públicas. El mismo espíritu se encuentra en todas las instancias de la jerarquía normativa, desde la Constitución Política hasta los reglamentos aplicables a la contratación administrativa, pasando por la ley y sin olvido de la costumbre. El empeño en impedir la práctica implica la clara aceptación social de su inconveniencia.
En consecuencia, los diputados no pueden ignorar que el abuso del margen otorgado, en su caso, por la ley, va a contrapelo de los valores imperantes. Las contrataciones son legales, pero tienen un costo político para el Congreso, ya muy disminuido en la opinión de los ciudadanos. Los legisladores deben considerar ese costo porque existe para ellos el deber fundamental de recuperar y mantener la imagen del Primer Poder de la República.
El principal argumento de los legisladores no es de recibo. Son puestos de confianza, pero el término no se refiere a la confianza propia del parentesco. Si la confianza entre hermanos, primos o cónyuges fuera aceptada como elemento definitivo de estas contrataciones, ningún obstáculo podría interponerse para frenar el abuso. Es concebible la existencia de un pariente cuya excepcional trayectoria o preparación lo califique para el cargo con exclusión de otros candidatos, pero es inconcebible la existencia de esas condiciones en 15 casos o más.
Los asesores deben gozar de la confianza del diputado, pero eso no exime a sus nombramientos de una buena justificación técnica. Y, en caso de duda o igualdad de condiciones, mejor abstenerse de nombrar al pariente. Si el parentesco constituyera la única garantía de las relaciones de confianza, nuestros presidentes serían incapaces de integrar un gabinete.
El tema es particularmente grave en la Asamblea Legislativa, cuyas debilidades técnicas se manifiestan con demasiada frecuencia en acciones u omisiones conducentes a graves perjuicios para la colectividad. Basta consultar a los conductores multados por manejar vehículos de doble tracción sin tener licencia B2 o al juez obligado a liberar un barco por la accidental desaparición del delito que protegía a nuestras costas de la pesca ilegal.
La calidad del proceso legislativo está en duda por esos y otros desaciertos, imposibles de evitar con la supuesta garantía del parentesco. Los diputados necesitan personal de confianza capaz de transmitirla, también, a la ciudadanía afectada por el producto de su trabajo. La influencia de los asesores sobre el proceso es fundamental. En palabras del presidente del Congreso, “ven lo que está mal” en los proyectos de ley, proponen cambios, redactan mociones y emiten la primera opinión que escuchan los diputados sobre los expedientes a su cargo. Otros atienden al público y llevan la correspondencia. Todas son tareas graves y merecen estar a cargo de funcionarios confiables para el público y no solo para los diputados, a quienes la prudencia debería dictarles una conducta menos proclive a despertar dudas.
Tomada del periódico la Nación de Costa Rica.
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