La joya y la rechifla
CR está invertebrada –o al menos fisurada– por acciones del PLN y los Arias
Róger Churnside 10:44 a.m. 28/03/2011
EconomistaEl pueblo costarricense lleva grabada en su alma colectiva la misma dolorosa contradicción que llevo en las profundidades del mío. Esta quedó simbolizada para la historia en la inauguración del nuevo Estadio Nacional, el sábado 26 de marzo de 2011, alrededor de las 6:00 p. m.
El hombre de Estado, visionario y patriótico, ha dejado una peligrosa herida a su pueblo, cuyas consecuencias él y todos tendremos que enfrentar en el resto de esta década o de este siglo, quizás: Costa Rica está “fisurada”, si no “invertebrada”, como decía José Ortega y Gasset sobre España en tiempos de Franco.
Hace siete años, por razones que reconocí como válidas, no me publicaron en Página Quince un artículo en que trataba de convencer a don Óscar Arias de no gestionar una segunda presidencia; y hace poco más de un año, con base en criterios que no entendí, me rechazaron otro, en el cual decía que él y su hermano Rodrigo nos conducían por el lindero entre la democracia y la dictadura (¡las únicas dos veces, en treinta años, según recuerdo, que no me aceptaron artículos!). Consolidada su candidatura a una segunda presidencia, don Óscar reconoció, en el periódico OJO de que tomó nota el embajador Langdale, que había sido “idiota” en lanzarse a lo que Francisco Antonio Pacheco llamó –con impresionismo filosófico– su “segunda navegación”.
Sí, Costa Rica está invertebrada –o al menos fisurada– por acciones del PLN y los Arias, no por otros partidos y candidatos. La participación de los segundos son efectos, síntomas o resultados de las iniciativas de los primeros. Al decir eso, le ruego, estimada lectora, estimado lector, que no me interprete mal: fui miembro militante del PLN por más de treinta años; y estuve entre los más fervientes promotores de Óscar Arias.
Sigo teniendo muchos amigos queridos y respetados en ese partido; y no he dejado de admirar varias cualidades de don Óscar; aun así, pienso que él y sus allegados se han convertido en valladares del progreso en democracia de Costa Rica.
Siempre creí que Óscar Arias, su hermano Rodrigo sus aliados –igual que Franklin Roosevelt y los hermanos Kennedy en Estados Unidos– podían marcar un cambio democrático importante en Costa Rica, por una razón estratégico-política muy simple: como miembros de la clase dominante que llegaron a formar conciencia clara de los problemas nacionales, gozaban de credibilidad entre las mayorías; lo cual también les permitía impulsar cambios profundos, sin que su clase social desconfiara de ellos y bloqueara su acceso al poder.
Dicho sea de paso, ese mismo síndrome permitió a Fidel Castro desplazar a Batista y tomar el poder en Cuba.
Infortunadamente, debo reconocer que ese elegante análisis sociológico y concomitante visión utópica envolvían un optimismo o ingenuidad que la liosa y caótica realidad política se ha encargado de frustrar una y otra vez: la Segunda Guerra Mundial limitó severamente las acciones de Roosevelt; la dinámica de la Guerra Fría acabó con los intentos de Castro y las vidas de los dos Kennedy; además, de igual manera, el poder del neoliberalismo se impuso a las buenas intenciones juveniles de Óscar Arias.
Pero la vida sigue, la esperanza persiste y “los amigos se critican”. Entonces, como en la sorprendente coincidencia entre el presidente y el personaje central de FLATLAND, obra escrita por el educador Elliot Abbot (1838-1826), invito a don Óscar a leer esa diminuta joya científico-literaria de la cultura inglesa en que ambos nos formamos, especialmente el pasaje del último capítulo, que imito a continuación:
“Sigo confiado en que este memorial, de alguna manera, no sé cuál, encontrará el camino a un rincón de su mente, donde despertará una rebelión contra lo que parece imposible”
Tomado del periódico la Nación de Costa Rica.
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