La ley…y dos tucanes
Periodista¿Qué ha pasado con los oficiales de Tránsito? ¿No se les ha vuelto a cuestionar sobre supuestas anomalías? ¿Será que aprendieron de los demás? ¿Será que ya recibieron un curso de ética y moral y no cometen más actos de corrupción?
La experiencia vivida el pasado sábado 16 refleja que algunos de los oficiales de Tránsito no cambian su modus operandi y siguen igual o peor de corruptos.
En un viaje planeado por un grupo de amigos a Palmares, uno de ellos decidió manejar, pero nunca nos comunicó que tenía la licencia vencida. Esto ocurrió cuando nos detuvieron en un retén.
Ya en ese momento no se podía hacer nada y lo único era someterse a la multa por portar la licencia vencida: una multa de ¢2.000 y el posible retiro de placas.
Primero se acercó un oficial y, con su estilo de arrogancia, le pidió la licencia.
Después de eso comenzó a decir que el vehículo emanaba licor.
Incrédulo y ya con los ojos en forma de tucanes, se llevó a mi amigo hacia una zona alejada para hacerle la prueba de alcoholemia.
Claro, otro oficial no pudo detener las ganas de sacar provecho a la situación y en conjunto con su compañero trataron de intimidar a mi amigo
Parece que el aparato para las pruebas tiene algún margen de error, ya que, no muy convencidos del primer resultado, lo sometieron a una segunda prueba. Las dos salieron en cero.
Los oficiales al ver el fracaso con la alcoholemia, le manifestaron a mi amigo de acuerdo con un artículo de la nueva ley, por portar licencia vencida les permitía bajar las placas al carro.
Como forma de extorsionarnos, nos decía: “Aquí la máquina me indica que por eso puedo quitar las placas, pero si hago clic aquí ya no aparece ”.
“¿Cómo se puede arreglar?”, dijo mi amigo.
Con una sonrisa de oreja a oreja y los dos tucanes reflejados en sus ojos respondió el oficial: “Ya eso es otra cosa… Como usted quiera” expresó.
“¿Cuánto?”, preguntó mi amigo. “Lo que usted quiera”, dijo el oficial. “Bueno, cinco a cada uno, ¿está bien así?...” dijo el conductor. “Diay, sí”, respondió el oficial.
Indignado por la corrupción, me dirigí a la grúa y le tomé las placas (260-863). El oficial, según mi amigo, me siguió con la vista y vio lo que yo hacía.
Cuando regresé donde ellos, me dijo: “¿Por qué le tomó las placas a la grúa? ¿Nos va a denunciar?... Tras de que les estamos haciendo un favor, ¡qué bárbaro!, me parece muy poco ético de su parte”.
Tomado del periódico La Nación de Costa Rica.
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