Lección de impunidad
Unos 6.250 estudiantes obtuvieron, mediante fraude, becas del programa social Avancemos
Las autoridades yerran cuando renuncian a emprender las acciones legales correspondientes
El reto más formidable del sistema educativo es rescatar a algunos estudiantes del mal ejemplo de sus padres. Si uno de esos desafortunados cae, además, en manos de educadores sin vocación ni compromiso, no es aventurado afirmar que en las aulas cultivamos hoy la corrupción social y política del futuro.
Unos 6.250 estudiantes obtuvieron becas del programa Avancemos mediante fraude. Los ingresos y propiedades de sus familias los descalifican para ser receptores de la ayuda, pero eso no les impidió disfrutarla. La iniciativa y responsabilidad es de los padres, pero los jóvenes estarán atentos a la lección.
Es la misma enseñanza prodigada por los progenitores que defienden y hasta financian el robo de exámenes y otras formas de fraude. Es una verdad amarga, pero las posibilidades de los hijos de alcanzar niveles superiores a la imbecilidad moral e intelectual son escasas. Eso no autoriza a abandonarlos. Por el contrario, el reconocimiento de estas lacras subraya la importancia de fortalecer la enseñanza de los valores y enmendar las deficiencias del cuerpo docente. Pero esa labor trasciende las aulas, y las autoridades yerran cuando renuncian a emprender las acciones legales correspondientes.
María Luisa Ávila, ministra de Salud y rectora del área social del gobierno justifica la omisión citando el alto costo de los procesos judiciales. El argumento tendría visos de validez si el objetivo fuera recuperar el dinero, pero en este caso la persecución civil y penal debe entenderse como un emprendimiento educativo. La última lección del episodio no puede ser la impunidad.
Esa ha sido, con demasiada frecuencia, la postrimera enseñanza en el sector educativo. El fraude aflora con insistencia, en ocasiones con ribetes de comedia. ¿Quién podría olvidar al maestro incapacitado por daños en las cuerdas vocales que pasó sus días de convalecencia como primera voz de un mariachi?
Desde el punto de vista de la cuantía, estos casos, considerados individualmente, son minucias, sobre todo cuando se les contempla en el marco general del grave problema de la corrupción. Una administración inteligente de la lucha contra ese flagelo aconseja escoger bien los casos a perseguir, porque los recursos son escasos. Esa es la realidad.
La pregunta es si la cuantía constituye criterio suficiente para volver la mirada hacia otro lado, porque desde la perspectiva del daño, la corrupción en el sistema educativo –provenga de padres, maestros o administradores– tiene alcances considerables. Es un elemento impuro en la fragua misma de las generaciones futuras.
Si las autoridades cancelaron las becas a los estudiantes infiltrados en el programa Avancemos, ellos y sus familias están bien individualizados. Existe, también, prueba de su mendacidad y debe estar documentada. Con eso no se gana una causa, pero es un buen punto de partida.
La lección resultante sería de un valor inestimable, sobre todo si se les imparte por igual a padres, maestros y administradores. Atentos para aprenderla estarán los estudiantes. No menos lista para aprovechar la oportunidad educativa estará la amplísima mayoría de educadores honrados, sobre cuyos hombros recae la responsabilidad de rescatar a los jóvenes del pésimo ejemplo recibido en hogares donde los padres son capaces de enlodar lo más sublime, la formación de sus hijos.
José Martí, espantado por la posibilidad de que alguien, algún día, pusiera en duda la honradez de los versos dedicados a su hijo, sugirió al muchacho una respuesta: “…diles que te amo demasiado para profanarte así”. Ningún padre debería renunciar a la capacidad moral de unir su voz a la del patriota cubano.
Tomado del periódico La Nación de Costa Rica.
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