SECRETO A VOCES
¿HACIA ADELANTE?
SECRETO A VOCES
¿HACIA ADELANTE?
Por Sonia Marta Mora
Con facilidad podía predecirse que la frase de la señora presidenta sobre la crisis de la Caja generaría reacciones y comentarios. Recordemos que ella defendió tener un “estilo” que no la llevaba a buscar “culpables”. Y explicó que no lo hacía porque debía “mirar hacia adelante”. Evidentemente esas reacciones no se hicieron esperar… Salta a la vista que ante reiteradas noticias sobre decisiones que siguen debilitando la gestión de las instituciones públicas y hasta desbaratando algunas de ellas, la ciudadanía se está cansando. Cada vez hay menos espacio para enunciados efectistas y complacientes que acaban dejando en la sombra las verdaderas causas y los verdaderos responsables. Pero el enunciado pone en evidencia muchas cosas más. Con esta frase –y muy probablemente sin proponérselo- doña Laura tristemente resume la forma de proceder de la vieja política.
Esa política tradicional, que es la que nos tiene en el lugar donde estamos, se aterroriza cuando los hechos la confrontan con la realidad que ha construido. Incapaz de rendir cuentas sobre ella, lo cual la llevaría a poner en evidencia la distancia entre lo que ha pregonado y prometido y lo que ha realizado, opta por escaparse, a toda costa, del presente. Y para ello distrae a la ciudadanía con la idea de un futuro –algo que está allá adelante-, sobre lo cual todo discurso es posible… Y si hay resistencia y rechazo al análisis crítico del presente, el examen del pasado y de las causas de la situación actual le causa un terror insoportable, precisamente porque pondría en riesgo inminente a figuras de enorme poder que quieren seguir teniéndolo.
Paralelamente al rechazo del presente, la política tradicional intenta sepultar la noción de responsabilidad cuando de la función pública se trata. Es mejor diluirla, y distraer una vez más a las y los ciudadanos. Y una forma de lograrlo es premiando a exfuncionarios cuestionados (pero que son parte “del grupo”), directamente o a través de sus familiares, o, como en este caso, sustituyendo el concepto de responsabilidad –central en una democracia- por el de culpabilidad. Con ello el asunto se salva del terreno político y se ubica en un ámbito moralista indefinido donde el concepto de rendición de cuentas mágicamente desaparece.
De manera que no es un asunto de estilo sino de estrategia política. Lo que se le pide a la ciudadanía es no evaluar el presente –los resultados-, ni exigir el conocimiento de los responsables –la rendición de cuentas-. Bien sabe la política tradicional que el ejercicio de estos derechos ciudadanos pondría en serio peligro su supervivencia.
Por el contrario, hay dos condiciones que hacen posible estas prácticas de la vieja política: por una parte, partidos políticos que se desfiguraron y dejaron de ser organizaciones centradas en principios ideológicos y elementos programáticos para convertirse en simples maquinarias electorales que reparten puestos. A esos partidos tradicionales no les preocupa llamar a cuentas a sus miembros por su desempeño en el ejercicio del poder. Cuenta eso, el poder, pero no los resultados, ni la responsabilidad asumida. Una segunda condición son ciudadanos que renuncian a ejercer sus derechos elementales y se dejan seducir por discursos engañosos y campañas multimillonarias que endulzan al votante dibujándole un futuro sin contenido ni sentido de realidad. Discurso de campaña que se sigue repitiendo, aún cuando ya se es gobierno…
Urge en el país el debate sobre ideas, programas y resultados concretos. Urge recuperar el sentido de responsabilidad en la gestión pública. Y para avanzar en esta línea, comencemos por preguntarnos: Una nación en la que se tambalea el sistema de seguridad social, columna vertebral de la paz social y fuente de grandes conquistas, ¿es un país que va hacia adelante?
Tomada del periódico la Nación de Costa Rica.
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