entre líneas
Saberse rodear
Armando González R. agonzalez@nacion.com 08:31 a.m. 11/06/2011
Los diputados Víctor Hugo Víquez y Fabio Molina, reserva intelectual de la tendencia del precandidato Rodrigo Arias, firmaron un dictamen de minoría sobre el caso de la autopista a Caldera. Hicieron bien, porque los demás integrantes de la comisión investigadora rehusaron suscribir sus más trascendentales descubrimientos y discrepan del principio inspirador del documento, revelado por Molina en una entrevista con Telenoticias: la apertura anticipada de la carretera se hizo para que afloraran los vicios ocultos, es decir, fue una prueba.
La prueba resultó un rotundo éxito, porque los problemas detectados son innumerables, pero este ingrato país es demasiado mezquino para reconocerlo. Quedó comprobada, por ejemplo, la probabilidad de derrumbes en cantidades suficientes para causar la muerte. Asimismo, la ausencia de puentes peatonales es hoy una verdad incontestable, asentada en la praxis cotidiana de centenares de niños que se juegan la vida para cruzar la vía y no en una superficial inspección previa.
¿Cómo lo habríamos sabido sin la decisión de someter la carretera a prueba, entendida por muchos como exceso de orgullo o intento de allegar votos al partido de gobierno días antes de las elecciones?
Por el contrario, el país es testigo de un conmovedor ejercicio de modestia. Hasta ahora, los funcionarios de la pasada administración guardaron silencio sobre los verdaderos propósitos de la apertura anticipada y soportaron con estoicismo las críticas mal informadas. Solo la tesonera investigación de los dos legisladores consiguió desentrañar la verdad, para verguenza eterna de los malpensados.
Emitido el informe de minoría, los funcionarios involucrados en la apertura de la vía siguen fieles al voto de silencio. Nadie salta a la palestra para ampliar detalles sobre las verdaderas y nobles intenciones tras la apertura anticipada. Nadie reclama el mérito y Molina no se lo atribuye a alguien en particular. Es una decepción para un país deseoso de conocer los nombres.
Víquez y Molina demuestran hasta dónde el control político, ejercido sin compromisos ni dobleces, sirve para esclarecer las actuaciones de nuestros gobernantes. Don Rodrigo Arias debería aprovechar la oportunidad para anunciarnos el papel destinado a tan distinguidos legisladores en su próxima administración. Hacerlo, sin duda, engrosará sus caudales electorales, pues los méritos de los dos diputados no se agotan en el caso de comentario. A juzgar por su desempeño, tenemos derecho a esperar mucho más. En política, saberse rodear es una virtud invaluable, y don Rodrigo tiene la oportunidad de ponerlo a prueba, ahora que está de moda.Tomado del periódico la Nación de Costa Rica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario